Hacia Santiago en un buen tren
Algunos dicen de los trenes turísticos de Renfe (Al-Andalus,
Transcantábrico, Expreso de La Robla y Train & Breakfast) que son como un
crucero sobre ruedas. No es exactamente así: primero, porque la atención
personalizada y el clima que se crea entre los pasajeros y la propia
tripulación llega a rozar lo familiar, muy lejos de las masificaciones
habituales de los navíos.
Segundo, por la consciencia de viajar en vagones
históricos, tal y como ocurre en el Al-Ándalus, construido en Francia a finales
de los años 20 para los desplazamientos de la familia real británica entre
Calais y la Costa Azul. Y tercero, porque el tren, junto con sus pasajeros,
duerme en la estación, lo que añade un plus de comodidad.
El precio en suite
doble ronda los 600 euros por noche. (renfe.com/trenesturisticos). A
continuación desgranamos el día a día en uno de los itinerarios del Al-Ándalus,
el que discurre por el Camino de Santiago.
Día 1. Por tierras leonesas
León es el punto de partida de esta ruta, ciudad donde no
hay que perderse una visita a la Pulchra Leonina (la soberbia catedral del
siglo XIII) ni una comida en Cocinandos (Campanillas, 1, tel. 987 07 13 78). La
recepción en el tren, con champán y canapés, marca la tónica del viaje: lujo y
amabilidad.
Mientras se conocen los diferentes vagones sociales –el
restaurante, el piano-bar– y se toma posesión de la suite (con diván de día,
cama de noche y aseo con ducha y lavabo) se llega a Ponferrada y, de allí, en
bus, a Castrillo de los Polvazares para comer, en Casa Maruja, el mejor cocido
maragato de la comarca. Después, visita a Astorga, con su Palacio Episcopal,
proyectado por Antonio Gaudí, y la catedral (siglos XIII-XVIII).
Luego, a
Ponferrada, con cena en el propio tren: un menú exclusivo y sorprendente. Y
antes de dormir, nada como disfrutar de una copa en el piano-bar, de charla con
el resto del pasaje.
Día 2. La Ribeira Sacra
Por la mañana se llega a Monforte de Lemos, punto de partida
hacia la belleza paisajística de la Ribeira Sacra. La visita a una de las
bodegas de la zona es obligada (como Regina Viarum, en Doade, desde cuyas
instalaciones se observa, casi a vista de pájaro, el impresionante Cañón del
Sil).
Entre bosques de castaños centenarios accedemos al antiguo Monasterio de
Santo Estevo, reconvertido en parador
(parador.es/es/paradores/parador-de-santo-estevo), que cuenta con un moderno
restaurante a base de productos gallegos.
No podemos regresar al tren sin
realizar una ruta en barco por el Sil, entre los murallones de su cañón, algo
que nunca deja indiferente. Mientras se cena a bordo (una deliciosa vieira
rellena, para no perder la perspectiva de la Ruta Jacobea) se llega a Orense,
en cuya estación se pasa la noche, amenizada con música en el piano-bar.
Día 3. De Orense a Santiago
Bajo el suelo orensano corren aguas termales. Ya lo sabían
los romanos, que construyeron las primeras termas (As Burgas) en pleno casco
histórico y a orillas del Sil.
La mayoría son de uso público, pero en los
últimos años han abierto algunas privadas, más íntimas y con tratamientos
personalizados, como los de Outariz (termasoutariz.com), donde incluso se puede
reservar una zona privada con catering japonés. Tras esta relajante actividad,
continúa la ruta hacia Santiago de Compostela.
La capital gallega no es solo un
enorme catálogo de arte en sus muchos edificios históricos (catedral, Hostal de
los Reyes Católicos, Pazo de Raxoi, Monasterio de San Martiño Pinario, Colegio
de Fonseca…). También es una ciudad muy viva repleta de tiendas, restaurantes
de alta cocina (también tradicional) y terrazas tan agradables como Ferradura,
en pleno parque de la Alameda, uno de los mejores miradores a la ciudad monumental.
Día 4. Las Rías Bajas
Tras la noche en Santiago, el tren continúa hasta
Vilagarcía, y de ahí al puerto de O Grove, para conocer, a bordo de un barco,
las bateas (donde se crían mejillones, ostras y otros moluscos) y los
bellísimos paisajes de la célebre ría de Arousa. Marisco, mar y playas aparte,
las Rías Bajas son muy populares porque aquí se produce uno de los mejores
vinos blancos del país: el Albariño.
En torno a Cambados se ubican buena parte
de las bodegas. Y no muy lejos de allí, una referencia de la alta cocina
gallega: Casa Solla (restuarantesolla.com), que luce una bien merecida estrella
Michelin. El recorrido sigue hacia Pontevedra, pequeña capital de provincia
asomada a la ría a la que da nombre y con un atractivo casco histórico. Tras la
visita, el Al-Ándalus toma rumbo a La Coruña.
Día 5. La Coruña
De la Plaza de María Pita a la Torre de Hércules (el faro en
activo más antiguo del mundo) y desde la playa de Riazor al Obelisco Millenium,
sin olvidar las casas en galería de la Avenida de la Marina. La Coruña es una
de las ciudades más atractivas de Galicia.
Y por su corazón marinero tiene
lugar la última excursión de esta ruta jacobea del Al-Ándalus, antes de la
última comida a bordo y del viaje que devuelve a los pasajeros al punto de
partida.
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