Antonio Banderas hace unos años

«¿Sabes, tío?, lo de Madonna y ser un sex-symbol es como me etiquetan los norteamericanos. Pero ante esa pregunta, siempre doy la misma respuesta: ustedes desconocen mi imagen por las mañanas al levantarme. Cuando tenga 50 años, probablemente, seré calvo y gordito pero, todavía, actor. Y un actor de cine mejor que ahora. Ese es mi objetivo». Antonio Banderas juega a adivino en la terraza de un bar de Miami mientras descansa del rodaje de Two Much, el primer filme de Fernando Trubea después del ya histórico Belle Epoque.

Banderas afirma que su vida «es trabajo, trabajo y trabajo» y no sabe cuándo podrá volver a estar con su gente, su hermano y su madre, porque «siempre que hago planes los incumplo y prefiero olvidarme del calendario».

Desde hace quince días vive encerrado en una casa alquilada con piscina que «todavía he utilizado poco» de un suburbio residencial de esta ciudad, enfrascado en estudiar su nuevo papel.

«La película de Fernando Trueba es una comedia superdivertida que va a provocar la risa pero, lo que es más importante, logrará que la gente sonría todo el rato», explicó a EL MUNDO este malagueño que tiene «debilidad por el buen humor».

Antonio Banderas ha dejado de ser un niño guapo y voluntarioso. Se ha convertido en un actor profesional que lleva 41 películas en su currículum y, desde hace tres años, sólo trabaja en el extranjero. Habla un inglés casi perfecto suavizado por su acento andaluz. Responde con inteligencia y oficio a cualquier pregunta en una rueda de prensa, sonríe con el candor de un hombre sencillo que ha encajado con madurez el éxito internacional.

«Probablemente los latinos estemos poco representados en Hollywood pero, paso a paso, vamos ocupando mayor espacio. Mi responsabilidad surge al darme cuenta de que soy el único actor español que ha entrado en la industria cinematográfica norteamericana. He luchado y sufrido por ello y pienso aprovechar la única oportunidad que se nos ha presentado», asegura para justificar sus largas ausencias de España y entender su nostalgia como cualquier emigrante.

A Banderas le resbalan los estereotipos. «El éxito -añade- esconde una cara oculta que exige enorme sacrificio. Todo el mundo me trata bien pero echo de menos, a diario, a mi mujer, a mis amigos, la comida española, las calles con aceras. El color y el olor de Andalucía. No lo puedo remediar».

A sus 34 años, este español recuerda cómo llegó a Madrid, casi de niño, con el objetivo de ser actor de cine. Tuvo que empezar de cero, sin recomendaciones. Si había que actuar de figurante en la temporada de ópera en el teatro de la Zarzuela para pagarse la pensión, lo hacía con el interés de un debutante.

«La ilusión y el compromiso -afirma- de hacer cualquier cosa lo mejor posible ha sido el motor que me mantiene en marcha». Así descubre la fórmula que le ha llevado a la cumbre.

«Esta profesión -dice- gira en torno al éxito y al fracaso. Nadie escapa a estas dos variables. Cuando llega el triunfo es porque se han superado muchas derrotas».

Los españoles residentes en Miami ya se han enterado de que Fernando Trueba empezó a rodar la película. Las secretarias de producción son ibéricas, como el jamón serrano. Los coches de alquiler los conducen españoles. La comida del rodaje sabe a azafrán y comino. Es inevitable porque, a pesar de las etiquetas rimbombantes, Miami es un pueblo grande en el que se corre la voz con rapidez.

Antonio Banderas se siente casi como en su casa. «Trabajar con Fernando Trueba -continúa- me resulta tan familiar como cuando hago una película en España. Es la primera vez que me pongo a sus órdenes y estoy seguro de que vamos a hacer un peliculón».

La agenda de nuestro mejor actor internacional raya el agobio. No para. En los últimos dos años ha participado en casi una docena de películas, entre ellas El rey del mambo, Philadelphia, La casa de los espíritus, El retorno del mariachi -«de un director fantástico mexicano llamado Robert Rodríguez»-, y muchos otros títulos que han revalidado su calidad entre los productores de EEUU.

La película que acaba de empezar a rodar Trueba en Miami, Two Much, busca el éxito internacional. Las credenciales no pueden ser mejores. El director ha sido premiado con un Oscar a la mejor película internacional. El dúo femenino Melanie Griffith y Daryl Hannah y el español Antonio Banderas constituyen un reparto envidiable.

Con un presupuesto de 1.300 millones de pesetas, el equipo de producción lleva meses localizando exteriores y el rodaje se hará en los escenarios más bellos del área metropolitana de Miami. Edificios «art decó» en la playa, palacetes como el Vizcaya en Coral Gables, hoteles de lujo como el Bal Harbour donde se hospedan jefes de Estado y, para mayor belleza, hasta viajarán a alguna playa de Las Bahamas, que se encuentran a una hora en avioneta desde Miami.

Merece la pena el esfuerzo y todo el mundo se deja la piel en realizar su trabajo lo mejor posible. El director vive volcado en la faena porque, además, coproduce la película. Andrés Vicente Gómez y Sogetel cierran el triángulo del dinero. Todos andan excitados porque se juegan el prestigio y 10 millones de dólares. Los viajes a Miami se han convertido en una rutina.

El argumento de Two Much es cómico y complicado. Antonio Banderas debe dar la réplica a dos grandes actrices. Un pintor español, cansado de luchar, emigra a Miami, donde dirige una galería de arte. Melanie Griffith, millonaria y «devorahombres», se enamora del españolito que, a su vez, queda prendado por la hermana de aquélla, la escultórica androide de Blade Runner, Daryl Hannah. Solución pícara: inventarse un hermano gemelo que atienda a las dos. El desenlace está abierto y se conocerá al final del trabajo.

En esta ciudad en donde Madonna, Liza Minelli, Silvester Stallone, Gloria Estefan y el modisto italiano Versace, entre otras muchas estrellas, pasan grandes temporadas, captar la atención del público resulta bastante difícil. Pero, en esta ocasión, un grupo de españoles, encabezados por el dúo «Trueba & Banderas» van a conseguirlo.

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