John Travolta no está acabado

Catapultado de nuevo al estrellato de la mano de Tarantino, el actor con las caderas más inquietas de la historia del cine continúa enlazando éxitos.

John Travolta desató la fiebre en los 70 irrumpiendo en la pista de baile. Luego, se hundió en papeles que nadie recuerda y reapareció a finales de los 80 convertido en papá de comedia boba. Dice la leyenda que Quentin Tarantino lo rescató para relanzarlo al mundo con un papel rompedor en Pulp Fiction. Luego, remató la labor con otros dos matones en Broken Arrow y Cómo conquistar Hollywood. Su sonrisa domina de nuevo la Gran Nación y parte del extranjero.

«Todo el mundo creía que estaba acabado y se me contagió... Mírame: ¿tengo aspecto de resucitado?». Travolta, impecablemente vestido y con la pulcritud de un advenedizo, juega a triunfador. La sonrisa que encandila a América adopta por momentos aspecto de rictus de santón dispuesto a venderte una Biblia. Pero eso forma también parte del guión.

«Pues no, por mucho que insistáis, no me da miedo que me encasillen ahora en el papel de gángster. Dos o tres películas no son una carrera. Mi Chili Palmer de Cómo conquistar Hollywood no es el Vincent Vega de Pulp Fiction, aunque siga llevando un revólver. A todos los actores, incluso a los más grandes, se nos acusa siempre de perpetuar "tics". Es cosa de la historia del cine».


Chili Palmer, nombre y personaje robado de la vida real, es un matón que va a Las Vegas a cobrar la deuda de un productor -Gene Hackman- o a dejarlo frito. Pero no hace ni una cosa ni otra. Se instala entre mafiosos, seduce a la esposa del productor -Rene Russo- y convence a éste para rodar su propio guión.

«Es la guerra. Hace años me ahogaba en la miseria y, ahora, entre ofertas y guiones... Pero sólo me leo de cabo a rabo los que me pasa Quentin. O casi. Tras mi antihéroe adiposo de Pulp Fiction, me dijo: "John, adelgaza veinte kilos y trabaja con De Vito... Es tu papel". Y volvió a dar en el clavo». Travolta miente como un cosaco. Lo sabe él y lo saben todos. En realidad, Danny De Vito -productor de Pulp Fiction-, había dado el visto bueno a Cómo conquistar Hollywood cuando se montaba la anterior y delegado en el director Barry Sonnenfeld. Pero el santón sonriente insiste en su versión del «ha renacido una estrella».

Travolta sabe lo que dicen las malas lenguas acerca de su versatilidad. Por ejemplo, que su Chili Palmer mueve las caderas como el Tony Manero de Fiebre del sábado noche. Que lo de ir enfundado en negro se le quedó del Danny Zuko de Grease. El sigue riéndose. «Los paralelismos fáciles me dan los mejores chistes de mis películas. Cuando en Pulp Fiction digo que no sé bailar, la platea entera se ríe. Si mi Chili Palmer dice que jamás haría un papel de padre entre bebés babeantes, ocurre lo mismo. Así de sencillo». Sencilla es también su manera de recrear personajes.

Asegura -por supuesto-, que estudia hasta el detalle las características del tipo a interpretar, «hasta que la teoría y la investigación se cruzan con mi sensibilidad». Sin embargo, reconoce que en su Chili Palmer la realidad quedó a millas de distancia: «Le conocí poco antes del rodaje y la verdad es que fue un impacto: no tenía nada que ver conmigo. Me alegré de no haber coincidido con él antes, porque hubiera estropeado mi confección. Copiar al auténtico Chili hubiese sido un fracaso».

Travolta pasó de los 25.000 dólares que cobró por Fiebre del sábado noche a la tarifa cero en Pulp Fiction -al menos, eso dice la leyenda-. Con Cómo conquistar Hollywood y Broken Arrow, multiplicó por diez la facturación anterior a la llamada de Tarantino: millón y medio por Mira quién habla ahora. O sea, que por cada uno de sus dos últimos matones ha ingresado once millones de dólares.

En el historial del Travolta íntimo y multimillonario, felizmente casado y con un hijo, hay un punto negro: su militancia en la Iglesia de la Cienciología. «Me salvó de la amargura en los momentos de crisis», es el único comentario que se permite al respecto. A sus salvadores piensa consagrar sus esfuerzos futuros. Llevar al cine el libro del fundador de la secta, Ron L. Hubbard, está entre sus proyectos, al igual que otro con Polanski -en el que sería su desembarco en el cine europeo- o hacer algo donde «se me deje cantar». Es decir, seguir moviendo las caderas sin dejar de sonreír.

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