Gorbachov vuelve 20 años despues

Estos días alguien le habrá susurrado al oído a Vladimir Putin que los enemigos que su mentor, Boris Yeltsin, mató hace 20 años gozan de buena salud. Mijail Gorbachov, último líder de la extinta URSS, ha salido a la palestra para recomendarle amablemente que se vaya a su casa tras los masivos actos de protesta en el país por los supuestos fraudes en las elecciones parlamentarias.

Gorbachov ha dicho en público lo que algunos desde dentro del sistema piensan en privado: Putin está amortizado. «Ya cumplió tres mandatos, dos como presidente, uno como primer ministro, tres en total, ya basta», explicaba sosteniendo una taza roja en la mano hace unos días el padre de la Perestroika a la emisora de radio Eco de Moscú.

Desplazado del poder hace 20 años entre protestas callejeras parecidas a las de estos días, denostado durante años por una ciudadanía que lo relaciona con el caos que siguió al colapso soviético y enterrado en el olvido por la década de estabilidad y crecimiento abanderada por Putin, el regreso de Gorbi parecía improbable hace un año. Pero si alguien sabe distinguir una crisis de legitimidad es quien sufrió hace dos décadas el mayor colapso político que recordaban los rusos.

Gorbachov cree que Putin es el culpable del descontento. Por eso no ha tenido empacho en ponerse a sí mismo como ejemplo y recordarle que es mejor marcharse antes de que te echen. La situación ahora, no obstante, es bien distinta. El tándem que forma Putin con el actual presidente Dimitri Medvedev dista mucho de las puñaladas que volaban en el politburó durante aquel convulso 1991, que acabó con la renuncia del líder comunista un 25 de diciembre tras haber visto revelarse al ejército, a las repúblicas soviéticas y al propio Partido Comunista.

Tampoco Gorbachov puede dar al primer ministro ruso lecciones de popularidad. «Muchos rusos le siguen culpando de la desintegración de la URSS», explica Andrey Kortunov, analista de la fundación Nueva Eurasia. Uno de ellos es el propio Putin, que en varias ocasiones se ha referido a ese proceso como una «hecatombe». ¿Puede ser éste el regreso de Gorbachov a la política? «No creo que pueda ser de ayuda para la oposición, porque su reputación en Rusia sigue siendo muy controvertida», sentencia Kortunov, que sigue las manifestaciones de cerca. «Pero no creo que sus palabras sean en vano, porque Gorbachov sí tiene una importante ascendencia fuera de Rusia y eso también cuenta».

Si en algo ha sido un maestro Putin durante los últimos años es en encarnar la difícil relación que tienen los rusos con su pasado. Fue precisamente el primer ministro, tan contestado ahora en la calle, el que en lo más alto de su popularidad dijo que «quien no extraña la Unión Soviética no tiene corazón, pero quien la quiera de vuelta no tiene cerebro». Sin embargo, la multitud que clama estos días en las calles está liderada por una generación más joven y menos hostil a Gorbachov, «probablemente porque apenas lo conocieron», dice Alexey Kovalev, periodista de Snob.ru. «Su momento en política pasó hace tiempo».

Tal vez por eso ha sorprendido la virulenta reacción del Kremlin. El portavoz de Putin, Dimitri Peskov, se tomó la molestia de contestar al viejo ex jerarca soviético: «El antiguo presidente de una gran nación que presidió su colapso se permite decir que se retire a la persona que ha logrado salvarnos de repetir la Historia».

Aunque muchos dudan de que el último jefe de la URSS vaya a tener un papel muy destacado en las protestas, Gorbachov ha conseguido volver a los medios internacionales y ha llevado de la mano a una oposición que anda estos días sobrada de manifestantes pero falta de líder que resuma sus voces. Cuando no son los blogueros detenidos, es el último líder comunista, y de este modo Rusia lleva un mes siendo noticia en los informativos al hilo de las ansias de cambio. Esto es lo opuesto de lo que perseguían Putin y Medvedev cuando decidieron intercambiarse sus puestos de presidente y premier y esquivar así los peros constitucionales a un mandato que puede mantener a Putin con mando en plaza 24 años si logra repetir dos mandatos de seis años, todo un récord desde Stalin.

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