Es el final de la quinta

Caliente. No nos la sirvan fría, que estamos empezando a acostumbrarnos mal. Pues son ya cinco, y la anterior, la de Barcelona ante la República Checa, pareció coser y cantar. Nunca lo es. Ya lo dicen ellos. Nunca se gana nada fácilmente. Bien los sabe Rafael Nadal, a quien ya le tocaba dar el punto definitivo. Son muchos los servicios brillantemente prestados, y hasta ayer el azar no le había puesto en tal tesitura.

«El año que viene no jugaré la Copa Davis», anunció el propio Nadal después de culminar una nueva actuación impresionante. El número dos del mundo se ausenta, al menos durante un año, y David Ferrer más que insinúa el fin de ciclo. «Difícilmente volveremos a coincidir los cuatro en el equipo», dice el ejemplar tenista de Jávea, al que tanto le corresponde también el éxito tras su grandísima victoria del viernes frente a Del Potro. Con 29 años, y los Juegos de Londres el próximo verano, es lícito el deseo de buscar una medalla olímpica, aspiración inviable para él en el reemplazo de 2016. Feliciano López y Verdasco guardan silencio. Queda por ver si se podrá contar con ellos a título individual, dando por sentado el final de su asociación en el dobles.

La quinta Copa Davis en 11 años llegó cargada de intensas emociones. Hizo falta la versión más combativa de nuestros dos mejores jugadores para derribar a un enemigo canchero, corajudo, que nunca se resignó al rol de víctima prematuramente adjudicado. Del Potro murió dos veces. Tuvo arrestos para amenazar al mejor jugador de la tierra apenas dos días después de dejarse media vida en la cancha ante David Ferrer. La dignísima oposición albiceleste revaloriza el triunfo español, un éxito que empezó a labrarse el pasado verano en Austin, ante Estados Unidos, dejando a un lado trances más sencillos como Bélgica, en Charleroi, y Francia, rival en semifinales en Córdoba. Superar a los norteamericanos a domicilio, y sin Rafael Nadal, habla con elocuencia de lo que hoy es nuestro tenis, con un poder que trasciende la figura de su indiscutible líder. En Austin estaban Ferrer y Feliciano para terminar con Roddick y Fish. Atrás quedó la España invertebrada que no sabía salir de casa. Así llegaron las copas de 2000 y 2009, valiosísimas, cómo no, imponiendo la tradición de la arcilla, muy vigente, pues con ésta son 21 las eliminatorias invictas como local, 12 años, ahí es nada. Pero lo cierto es que aún saben mejor cuando se rinde visita.

Argentina venía aún con la herida abierta de la toma de Mar del Plata. En 2008, con tres eliminatorias de visitantes, se sentaron las bases de un equipo definitivamente competitivo y se consagró en la dirección técnica Emilio Sánchez Vicario, que había llegado al cargo mirado con cierto recelo por algunos jugadores, con la sospechosa etiqueta de su nominador, Pedro Muñoz, el presidente de la Federación Española que terminó con la gestión colegiada del equipo y abandonó el sillón en medio de un conflicto de proporciones sísmicas. Sánchez Vicario se ganó la consideración de sus jugadores y dejó un equipo con una renovada autoestima.

Albert Costa, campeón como jugador en 2000, pese a perder en su partido contra Hewitt, suma su segunda Ensaladera como responsable técnico. Siempre muy cercano a los jugadores, que quisieron anticipar su llegada al banco, ha sabido administrar la cualificada materia prima y paliar las ausencias puntuales de Nadal. Hay que mirar al futuro inminente, a una situación nueva.

Al margen de Nadal, de 25 años, los integrantes habituales del equipo rondan la treintena, cuando no están ya en ella, como es el caso de Feliciano López. Todos ellos tienen ya tres Copas Davis y su grado de motivación ha decrecido, como pusieron de manifiesto en la conferencia de prensa con sabor a despedida. Entre las tareas del capitán, sea Costa, que en condiciones normales renovará por un año su contrato, o su relevo, está mantener la llama encendida, y buscar, si así fuera preciso, en un banquillo no corto de dignos efectivos, jugadores con las necesarias dosis de entusiasmo.

Será entonces, en tiempos menos fecundos, cuando se ponga en valor lo conseguido en este ciclo de esplendor. De momento, aquí está, recién nacida, la del penta, la quinta, tan joven, tan fresca.

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