El sabio de Deusto

Diez cantaores, cuatro guitarras de acompañamiento y una solista llenaron las seis horas de «Flamenco por tarantos», en el Colegio Mayor San Juan Evangelista. Los organizadores pusieron a prueba la afición del público asistente, que aguantó en sus butacas, desde principio a final, un largo espectáculo de dimensiones similares a los tan denostados -por eso mismo- festivales de Andalucía.

Sería deseable que en la próxima edición de este encuentro, que va adquiriendo cada vez más importancia y envergadura, se dosificara la oferta artística, quizá distribuyéndola a lo largo de varias jornadas, con actos complementarios.

En un acontecimiento pensado para rendir homenaje a la aportación de Almería al universo flamenco (todos los participantes interpretaron el taranto), los grandes triunfadores fueron artistas nacidos en otras latitudes. El cabeza de serie almeriense, Tomatito, no pudo acudir en el último momento a la cita concertada. Aurora Vargas volvió a encandilarnos con esa voz maravillosa que pellizca una y otra vez al quebrarse.

La sevillana es un torrente de fuerza y se encargó de subir la temperatura del acto con los únicos taconazos que se pudieron ver en una noche cuajada de cantaores y sin cuadro de baile. Carmen Linares cosechó los mayores aplausos en la tercera parte del festival. Y Encarnación Fernández fue quien hizo mayor recorrido por los estilos autóctonos levantinos: taranta, levantica, minera, murciana y taranto. Pan'sequito y Vicente Soto conectaron perfectamente con el público por bulerías. José Mercé cantó bien, aunque lo sabe hacer mucho mejor, y tuvo el hándicap evidente de actuar el último, casi a las dos de la mañana.

Los almerienses José Sorroche y Juan Gómez cumplieron discretamente, como el pasado año. Su paisano Alfonso Salmerón estuvo en la misma línea. El cantaor de Linares afincado en Madrid Gabriel Moreno actuó con su seriedad y corrección habituales ofreciendo tarantos, seguiriya, cabal y fandangos, un palo en el que incidieron casi todos los artistas. Juan Habichuela demostró, una vez más, que es un genio del duende, y que su guitarra resulta inigualable para acompañar al cante. Completaron el toque Paco Cortés, impasible de semblante, pero con un sonido que comunica corno pocos, José María Pardo, el Bola y Niño Josele, de 16 años, a quien habrá que seguir de cerca su evolución.

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